Hablando de homeopatía

La anécdota fue hace unos meses cuando mi hijo de diez años me hizo la pregunta clave al ver que escribía en este blog. Enseguida se puso a leer mi presentación mientras iba asintiendo con la cabeza con gesto serio y adulto.

Entonces, cuando llegó al final sentenció que “estaba muy bien” e hizo la pregunta:

– Está bien, está bien, me gusta… pero oye papá ¿qué es “ordet”?

Vaya, me dije. Esa es la pregunta. Nadie se ha fijado hasta ahora. O si se han fijado no me lo han dicho. Bien mirado, tampoco es que tengamos millones de lectores en el blog (aunque todo llegará jaja).

O sea que por fin mi oportunidad de poder explicarlo. Así que respiré profundo y me preparé para una de esas peroratas de padre “que dejen huella”, no sé si me entienden.

-Bueno, verás, -comencé con pinta un tanto solemne dando a entender que la explicación bien pudiera alargarse-  “ordet” es una palabra en danés que significa “la palabra”. Y ordet –proseguí- también es el título de una película

-Ah, vale, ya… -me cortó, apartándose con inusitada rapidez una vez saciada toda su curiosidad en el tema y dejándome con la palabra (nunca mejor dicho) en la boca…

Esa es la historia. Así que para no seguir quedándome con luxación temporomandibular hoy me gustaría escribir sobre qué es ordet (y qué función tiene en este blog).

Y comenzaré diciendo que parece que se nos ha olvidado pero la primera herramienta que tuvieron los médicos y los terapeutas fueron las palabras (las verbales y no verbales). Rituales, gestos, miradas, silencios, palabras… Desde el principio de los tiempos en medio de la oscuridad de las cavernas alguien utilizaba esas “palabras” para aliviar o curar  a los demás integrantes de la comunidad. Y así ha seguido durante todas las épocas y en todas las culturas.

Antifonte, por poner el ejemplo de la nuestra, considerado el primer terapeuta occidental hace más de dos mil años, inventó un “arte consolatario de  las palabras” con el que aliviaba a todo el que acudía a él. Y tuvo muchísimo éxito, tanto que, parece que agobiado, lo dejó.

La palabra.

Esa palabra pronunciada en un tiempo en que las palabras eran, como siempre han sido y son ahora, mágicas.

En un tiempo en que, como fantaseaba (?) Borges, cada palabra, cada letra, tenía en su misma construcción, en su misma pronunciación, al objeto señalado, lo poseía y por ello mismo tenía poder e influencia obre él. Forma y fondo, hablar y hacer eran pues la misma y única cosa. (Sobre esto, y en plan más académico, véase la obra del filósofo John L. Austin ¿”cómo hacer cosas con las palabras”)

Y para mis colegas médicos recordarles que en la mitología griega también Zeus castiga a Asclepio, el que se convertiría en dios de la medicina,  porque éste empezó a resucitar muertos con su arte médico y, claro, eso sólo está reservado a los dioses. Así que se deshizo de él pero premiándolo de alguna manera ya que lo convirtió eternamente en la constelación del Ofiuco,“el portador de la serpiente”, símbolo ésta última de la vida renovada.

Pero Ordet también es el título de una maravillosa película del director danés Carl T. Dreyer (1889-1968).

Realizada en 1955, refleja a propósito la obra de teatro en la que está basada. Los personajes entrando y saliendo en una puesta escénica milimétricamente cuidada. No hay los típicos plano-contraplanos sino que la cámara va siguiendo lentamente la mirada de los personajes. Parece sencillo pero aquí, como sucede tantas veces, bajo la aparente sencillez se esconde muchísimo trabajo y dedicación que apenas se deja ver. Largos planos secuencia tan difíciles de mantener si no es por la tensión narrativa y la mano maestra que la utiliza. Mobiliario exquisitamente elegido, encuadres, gestualidad… Una belleza formal portentosa. Y después está esa luz, esa luz maravillosa e inasible como el mejor de los cuadros de su compatriota Vermeer

En toda la obra de Dreyer, un puñado de películas extraordinarias, destaca la influencia de la filosofía de Kierkegaard. Y su religiosidad aunque la palabra que mejor le conviene creo que es misticismo, tanto en el fondo pero sobre todo en la forma. Algunos le han achacado un excesivo sabor cristiano. Pero como en toda obra maestra seguro que hay muchas lecturas. Y yo, como tantos otros, solo veo la vida en mayúsculas.

Es una película que habla de la fe, la fe en la vida más que en alguna religión concreta, la inocencia, la simplicidad, la locura, la espiritualidad, el misticismo, el amor

Y también la ciencia, la medicina, la modernidad y el cambio. Y ahí está Inger la mujer abnegada, toda comprensión y amor verdaderos. Y su marido, el contrapunto, el no creyente entre tanto ambiente religioso. Ese marido que también ama su cuerpo según dice sollozando ante su mujer muerta en medio de tantas palabrería sobre dios y el cielo. Y el fanatismo religioso… y los jóvenes amantes…

Y ahí está también Johannes declamando como un poseso desde no se sabe qué profundidades… Johanness, el loco, el atormentado, el único con verdadera fe en medio de tanta religiosidad costumbrista. El loco, sí, pero como siempre quizá el único cuerdo, quién sabe. Y la inocencia de la niña, su sobrina… Ya se sabe que sólo los locos y los niños tienen la verdad… Y entre ellos dos hacen el milagro, el milagro de la palabra que sólo alguien como Dreyer puede tener la audacia, desde la más alta espiritualidad, de filmar sin caer en el ridículo. Ese milagro que, de alguna manera,  y como en el caso de nuestro dios Asclepio seguramente todavía persiste en el inconsciente de todo médico.

Regalémonos pues Ordet (es muy fácil) para este año que comienza. Sólo un poco de paciencia al principio para adaptarnos a su ritmo tranquilo y sosegado que no es el habitual en estos tiempos. Un pequeño oasis en medio del frenético desierto.

Muchos pequeños oasis cotidianos en medio de tantos desiertos.

Ese es mi deseo para todos.

Y disfrutemos de esa luz

de la vida

del milagro

la palabra

 

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2 Comments

  1. Avatar sol ruiz el 18 enero, 2020 a las 10:13 pm

    Bueno, bueno, de verdad. Qué post tan interesante y delicioso, querido Gonzalo. Vi la peli hace muchos años y me encantó, me cautivó su puerta abierta a la contemplación del milagro constante en la normalidad de la vida. Y la luz que la hace posible, hermosa y llena de sentido, si la palabra y el silencio se convierten en mirada y la mirada en consciencia. Muchas gracias por este regalo, que llega como una epifanía, en griego: manifestación admirable y con luz propia. Muchas gracias, de todo corazón y un abrazo, hermano!
    Sol

    • Avatar Gonzalo Fernández el 22 enero, 2020 a las 10:46 am

      Hola Sol,
      no sabes la ilusión que me ha hecho tu comentario. Quería concentrar en este post varias cosas: la medicina, los hijos (aunque sea anecdótico), la literatura, la luz, la belleza, la espiritualidad, el milagro y, por encima de todo, la palabra. La palabra del médico y la del poeta, la del loco, la del niño y la de dios (con perdón). La verdad. Allá donde confluye lo humano y lo divino, ya sea desde un punto religioso o, simplemente, humano.
      Y todo eso está aquí, en esta extraordinaria película (y en alguna otra de este extraordinario director). Tanto que, a pesar de pasar bastante inadvertido, puse un link en el perfil del blog.
      Creo que no lo he hecho suficientemente bien porque no es uno de mis posts más leídos, en absoluto. No pasa nada, esto me sucede con cierta frecuencia. Por eso me han hecho más ilusión aún tus inteligentes y sentidas palabras.
      Vuelve a ser enero, otra vez. Han pasado cuatro años desde que este post está escrito y mediante el cual quería desear un buen Año a todos los lectores de una manera especial.
      Lo vuelvo a hacer con el mismo sentimiento y el mismo deseo de entonces.
      ¡Buenos oasis!
      Y muchas gracias a ti por darme la oportunidad de decirlo
      Un fuerte abrazo

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