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Homeopatía y Medicina Integrativa: el médico que quiero ser

Mi padre siempre quiso ser médico pero no pudo ser. Hijo de una familia humilde, al morir su padre tuvo que ponerse a trabajar y su sueño quedó en eso, en un sueño.

Era un hombre serio y trabajador, muy trabajador. De hecho, yo le recuerdo pluriempleado gran parte de su vida y los periodos de vacaciones que solía coger eran excepcionales y cortos, muy cortos.

Pues este hombre, entregado a su familia y a su trabajo, tuvo un día un hijo que, curiosamente, siempre quiso ser médico.

No recuerdo nunca a mi padre soltándome sermones sobre lo que sería bueno que fuese de mayor o sobre la suerte que tenía de poder elegir mi camino en la vida o sobre su frustración por no haber podido ser un gran médico. No, no fue esa la forma en la que él sembró en mí, sin yo darme cuenta, la semilla que luego germinó. La semilla de la ilusión. La semilla del orgullo y del honor de vivir intentando aliviar el sufrimiento. La semilla de la Medicina.

Lo que os cuento, yo era un crío y todos mis amigos querían ser pilotos, futbolistas… o no tenían ni idea y les daba lo mismo, que era lo más normal, pero yo quería ser médico. Y no solo médico, quería ser cardiólogo. Y mi padre, feliz.

La idea de ser médico había prendido en mí y así me acompañó toda la adolescencia hasta que llegó el momento de entrar en la facultad de medicina. Pero yo ya entré algo “ladeado”.

Justo antes de terminar el colegio decidí hacerme vegetariano. Queriendo ser médico “de toda la vida” era normal que el tema de la alimentación me interesara tanto. Leí, leí mucho y experimenté y un día lo decidí. Me acuerdo que lo dije en casa y, la verdad, se lo tomaron muy bien.

En la facultad no recuerdo que nos hablaran prácticamente nada sobre alimentación así que, en ese sentido, mi paso por la carrera no supuso mucho conflicto al respecto. Yo era discreto y todos tranquilos.

Durante el primer año de carrera ocurrió algo decisivo en la orientación que mi vida acabó tomando; conocí a un gran médico naturista que tuvo a bien tomarme, digámoslo, de pupilo y así comencé a entender y a aprender el arte de curar estimulando los propios recursos naturales del organismo.

Empecé a ver como pacientes aquejados de graves dolencias mejoraban e incluso se curaban usando plantas medicinales, cambiando pautas de alimentación, haciendo ayunos terapéuticos, usando la arcilla, el agua (hidroterapia), el sol, el ejercicio y todo aquello que pudiera contribuir a despejar y estimular el camino hacia la autocuración.

Y también vi como los médicos podíamos curar con nuestras manos, tocando a nuestros pacientes. Comencé a aprender masaje terapéutico, masaje deportivo y osteopatía y a practicar, a practicar mucho con familia y amigos… y ninguno dejó de serlo.

Mientras en la facultad nos hablaban de fármacos, pruebas diagnósticas, niveles sanos y patológicos de infinidad de moléculas de nuestra fisiología, de enfermedades de las que se sabía poco y de las que no se sabía casi nada, de cómo suponíamos que funcionaba este cuerpo y de otras muchas cosas apasionantes yo iba aprendiendo que la medicina, que la salud y la enfermedad, que la vida no acababa ahí. Que había más y que había que entenderlo y conocerlo también para poder hacer la mejor medicina de la que fuéramos capaces. 

Fue una época muy intensa, con encuentros y desencuentros entre la medicina “oficial” que aprendía en la facultad y la naturista que mi tutor me trasmitía. Muchas veces no me era fácil situarme en ese punto en el que uno es capaz de ver las bondades de cada cosa y de entender que lo mejor suele estar en la síntesis, en la sinergia. Así que hubo crisis y reconciliaciones, unas cuantas, hasta que terminé mi carrera y me dispuse a comenzar a hacer “mi medicina”.

¿Y qué tenía de particular esa medicina? Desde luego nada nuevo que yo hubiera inventado pero sí una serie de pilares en los que intentaba apoyarme y crecer:

  • Priorizar siempre estimular frente a medicar.
  • Elegir la vía más suave. Si es posible mejorar un dolor con una planta o con un masaje, siempre será mejor que con un corticoide o un antiinflamatorio. Lo que viene a ser “primum non nocere” (lo primero, no dañar).
  • El paciente decide, yo solo aconsejo. La enfermedad de cada persona es suya, es su camino, y a nosotros médicos nos eligen para que les acompañemos con respeto, profesionalidad y vocación. Tienen el derecho a decidir y nosotros la obligación de respetar.
  • No hay buenos y malos medicamentos, solo hay buenas y malas formas de usarlos. Un corticoide puede ser el mejor medicamento para un paciente y un grave error de prescripción en otro.
  • La medicina no es ciencia, es mucho más. Porque el ser humano no es ciencia, es mucho más.
  • Nuestra persona puede ser tan terapéutica como nuestros medicamentos. Nuestras manos, nuestra escucha, nuestros consejos, nuestro apoyo y compañía también sanan.
  • Es difícil generar en los demás lo que no has construido en ti. Mi armonía y mi salud estimulan el equilibrio en mis pacientes.
  • Nuestro cuerpo tiene unos mecanismos de curación y de vuelta al equilibrio extraordinarios. Muchas veces el mejor acto médico es simplemente no entorpecer y facilitar estos procesos.
  • Lo que pensamos, lo que sentimos, lo que comemos, lo que vemos y lo que oímos pueden nutrirnos o intoxicarnos. Hay que saber elegir que introducimos en nuestro ser.

Y así con estos preceptos básicos, y algunos otros, comencé a desarrollar mi vida profesional. Ya conocía la Homeopatía y los medicamentos homeopáticos pero aún no me había decidido a formarme. Usaba algunos medicamentos homeopáticos puntuales en algunas indicaciones concretas  y nada más.

Pero un día, después de que una buena amiga me insistiera, me insistiera y me volviera a insistir en que tenía que hacerlo, lo hice: Me apunté a mi primer curso de Homeopatía en el CEDH. Y nunca le estaré suficientemente agradecido a mi amiga por su insistencia.

Descubrí una forma de mirar a mis pacientes en donde todo cabía. Porque, sobre todo, la Homeopatía es una forma de aproximarte al sufrimiento contemplando la totalidad del ser y valorando desde ahí que acto médico es el más conveniente para nuestro paciente. Yo entendí que hacer Homeopatía no era dar medicamentos homeopáticos, es entender que el cuerpo es sabio, que tiene recursos y que lo más inteligente es potenciarlos al máximo con las herramientas más suaves y conseguir el máximo beneficio con el menor daño. Vamos, lo que conseguimos con los medicamentos homeopáticos.

Me di cuenta de que en la Homeopatía cabía todo lo que había aprendido en la facultad porque todo eso también formaba parte de lo que somos. La fisiología, la bioquímica, la patología, todas las pruebas diagnósticas, todas las técnicas terapéuticas y todos los fármacos, todo cabía porque todo nos hablaba de nosotros y porque todo puede ser necesario en un momento dado.

La Homeopatía en particular y todas las terapias no convencionales en general están pasando por un momento curioso. Por un lado hay un sector profesional sanitario y algunos periodistas y científicos empeñados en que estas terapéuticas, Homeopatía, Acupuntura, Medicina Naturista, Osteopatía, no puedan seguir desarrollándose y no puedan estar al alcance de los pacientes que lo necesiten y lo elijan pero, a su vez, cada vez más personas deciden utilizar estas terapéuticas por la confianza que les generamos los profesionales que las usamos y por los resultados que obtienen. Y como prueba las numerosas asociaciones de pacientes en defensa de la Homeopatía que están surgiendo en estos últimos tiempos. Quieren libertad para elegir cualquier terapia que su médico les proponga, desde su ética y su profesionalidad, que por eso es su médico y confían en él.

Yo creo que ya lo he comentado alguna vez como la inmensa mayoría de los médicos que se forman en Homeopatía (al menos en mi experiencia como profesor) lo hacen para poder aplicarlo en sus consultas de la sanidad pública. Si todos esos opositores supieran tantas cosas que no saben de la Homeopatía y de quienes la usamos seguro que dejaríamos de enfrentarnos.

Pero claro, para eso hace falta acercarse a las cosas con una mente curiosa y cuestionadora pero también abierta y libre de prejuicios. Y eso no es fácil, yo también me descubro más veces de las que me gustaría prejuzgando situaciones y personas antes de tener la información necesaria. Cosas de la condición humana; sublime y oscura, maravillosa y contradictoria.

Mi padre ya falleció hace unos cuantos años y, a pesar de que no llegué a ser ese gran cardiólogo con el que él soñaba, siempre me hizo saber lo orgulloso que se sentía de mí. No le hubiera hecho falta ni que hubiese llegado a ser médico, tan solo necesitaba verme ocupando mi lugar en la vida y él sabía que yo estaba donde quería estar, haciendo la medicina que quería hacer.

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12 Comments

  1. Avatar Elena el 19 mayo, 2017 a las 10:06 am

    Me encantó. Te felicito por este relato que refleja tanto y mucho más.

    • Avatar Guillermo Basauri el 22 mayo, 2017 a las 10:18 am

      Muchas gracias Elena.
      Ha sido emocionante para mí escribir este post con mi padre ahí, a mi lado. Me acompañó todo el tiempo y fue muy bonito.

      Muchas gracias otra vez por tu comentario y por leernos.

  2. Avatar Isabel el 19 mayo, 2017 a las 9:55 pm

    Felicidades Guillermo. Una historia sentida y vivida. Me encantó

    • Avatar Guillermo Basauri el 22 mayo, 2017 a las 11:09 am

      Muchas gracias Isabel.
      Mi padre estará pensando: ¡Que amiguitos más majos tiene mi hijo! jajaja
      De verdad, muchísimas gracias por tu comentario. Saludos afectuosos.

  3. Avatar Amparo el 19 mayo, 2017 a las 11:21 pm

    Gracias por defender tan bien la medicina por la que debemos seguir apostando. Estimular frente a medicar, acompañar, aconsejar…. Necesitamos confiar en que un cambio es posible, basado en la escucha sin juicios.
    Mil Gracias.

    • Avatar Guillermo Basauri el 22 mayo, 2017 a las 11:05 am

      Claro que sí Amparo, ¡¡¡El cambio es posible!!! Es más, ¡¡¡Es imparable!!!
      Y nosotros seguimos haciendo camino, paso a paso.
      Un saludo y muchas gracias por todo.

  4. Avatar Pere Joan el 21 mayo, 2017 a las 11:55 am

    Lidero una escuela de TN en Valencia y veo muy positivo y necesario tu post.

    He pasado a 7 grupos de alumnos el enlace a este articulo.
    Gracias por la claridad del texto.

    • Avatar Guillermo Basauri el 22 mayo, 2017 a las 11:01 am

      Muchísimas gracias por tu comentario y por la divulgación. Hoy, quizás más que nunca, es importante que seamos muchos y estemos unidos por una medicina mejor. Porque es posible y lo sabemos.
      Un saludo y mucho ánimo.

  5. Avatar Oskar el 21 mayo, 2017 a las 11:59 am

    Me emociona tu relato Guillermo, eres un gran profesor y un excelente persona. Un abrazo de un ex alumno tuyo.

    • Avatar Guillermo Basauri el 22 mayo, 2017 a las 10:59 am

      Gracias de todo corazón por tu comentario y espero que pronto volvamos a vernos compartiendo otro nuevo lugar de crecimiento y aprendizaje.
      Un abrazo.

  6. Avatar Mònica el 22 mayo, 2017 a las 1:06 pm

    Excelente artículo, Guiilermo!!! Y ratifico que eres un gran médico y extraordinaria persona. Yo también fui de las afortunadas de tenerte de profesor. Un fuerte abrazo y como tú dices siempre: “colaborar mejor que competir”

    • Avatar Guillermo Basauri el 23 mayo, 2017 a las 10:36 am

      Muchas gracias Mónica. Y seguimos adelante, juntos, de la mano, colaborando por una medicina y un mundo mejor.
      Otro abrazo muy fuerte para ti.

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