Es un fenómeno curioso el que ocurre cuando un paciente acude a la consulta de homeopatía, y no obtiene de ella el resultado deseado “a la primera”. El fenómeno curioso es que cuando esto pasa con su médico de cabecera o especialista convencional, vuelven a la consulta para intentarlo de nuevo. Sin embargo, tras acudir a la consulta del homeópata y no obtener respuesta terapéutica suficiente, la conclusión no es que “su tratamiento actual no funciona con la rapidez que esperaba” sino que “la homeopatía no le funciona para este problema” (ni le va a funcionar) o más aún, que “la homeopatía no le va a funcionar en ningún problema” e incluso que “la homeopatía no funciona en absoluto” (para nada y para nadie).

Aunque la homeopatía es fantástica, la probabilidad de no dar con el tratamiento definitivo en la primera consulta es alta. Tanto, que algunas escuelas dedican un seminario específico para la “segunda consulta”, es decir cómo evaluar los resultados obtenidos (respuesta completa, respuesta parcial, agravación de síntomas, aparición de nuevos síntomas, etc) para decidir la actitud terapéutica: mantener el tratamiento, modificar la pauta o modificar los medicamentos escogidos.

Cuando el resultado no es el deseado, los médicos homeópatas entre otras cosas nos preguntamos:

  1. ¿He elegido el medicamento correcto?
  2. ¿He elegido la pauta correcta de administración? ¿El paciente lo ha cumplido?
  3. ¿Hay nuevas circunstancias que no he tenido en cuenta? Como la exposición a un contaminante o alérgeno, a una situación estresante, cambios en los otros tratamientos (farmacológicos, fitoterápicos y otros) que recibe el paciente (indicados por otro médico, otro terapeuta o decididos por el propio paciente), etc.
  4. ¿Existe un déficit que hay que compensar para que el paciente pueda reaccionar? En vitaminas, en oligoelementos, en su flora intestinal, etc.
  5. ¿Se trata de síntomas que reflejan una evolución positiva (producto de la eliminación de toxinas o de la puesta en marcha de las reacciones de adaptación, por ejemplo) o negativa (efectos indeseables, o agravación por falta de respuesta terapéutica)?

Lo bonito de una prescripción individualizada es que tiene en cuenta al paciente con todos sus problemas y características, y bajo unas circunstancias determinadas. La contrapartida es que si los problemas, las características o circunstancias cambian, a veces el tratamiento debe hacerlo también. De hecho es lo habitual, podemos esperar cambios a medida que el paciente responde a las primeras indicaciones, y si no lo “actualizamos” porque el paciente no regresa o porque no repreguntamos lo suficiente, el tratamiento puede fallar. Por eso es importante que, incluso si el tratamiento parece funcionar, consultemos con nuestro médico homeópata para saber cómo continuar a tenor de la evolución porque, como mínimo, solemos indicar cambios en la frecuencia de las tomas.

O simplemente, a veces no hemos interpretado bien todos los datos o no hemos “armado el puzle” correctamente, de modo que el tratamiento no resulta y hay que reevaluar. Esto es, por cierto, una demostración más de que los medicamentos homeopáticos tienen un efecto específico y no sólo de sugestión: si fuera así, los tratamientos funcionarían a la primera. De hecho, tras fallar la primera vez las expectativas y la confianza del paciente disminuyen y por tanto el efecto placebo es menor… y a pesar de ello cuando entonces escogemos el mejor medicamento, el tratamiento funciona como debería.

Otras veces el paciente no ha cumplido el tratamiento de la manera indicada; ahora sí que me sorprendo cuando dicen que no les funciona, ¡y a veces lo dicen convencidos! Es más fácil que ocurra cuando indicamos que lo tomen de forma muy repetida, porque les parece demasiado, y quizás no les hemos explicado que esa forma de tomarlo permite espaciar luego las tomas de forma más rápida y eficaz; de hecho, acabas tomando menos cantidad total si al principio eres más contundente. O cuando las tomas son muy espaciadas (por ejemplo cada 15 días), porque se olvidan de las tomas. Siempre les digo que lo apunten en el calendario del móvil (o que lo hagan sus hijos).

Una de las razones por las que a veces no cumplen el tratamiento es porque otro médico les ha dicho que les puede perjudicar o que puede interferir. Eso es muy decepcionante, pues me pongo a disposición de estos compañeros para cualquier aclaración y sería mejor para el paciente no sentirse en conflicto: bastante tiene ya como para añadir un problema más.

Otras veces el paciente ha acudido además a un herbolario (por ejemplo) y le han recomendado algo que puede ser una buena opción, pero que interfiere con su tratamiento convencional y repercute negativamente. También ocurre que el paciente ha decidido dejar de tomar su medicación habitual. Aunque le hayas explicado que iremos paso a paso y retiraremos fármacos sólo a medida que no sean necesarios, a veces el paciente (como todos nosotros) oye sólo lo que quiere oír. ¡Por eso hay que preguntar y asegurarse! Me ha pasado varias veces que me digan que están mejor de su dermatitis, y al proponerles empezar a reducir los corticoides me respondan: “Pero doctor, si yo ya no los tomo, los dejé al empezar su tratamiento de homeopatía”. Entonces vuelves a admirarte de lo bien que funciona a veces la homeopatía, y continúas trabajando con una gran sonrisa de satisfacción.

Debo decir que en este punto nos está perjudicando mucho la campaña mediática contra las medicinas complementarias. De tanto decir que los pacientes abandonan o renuncian al tratamiento convencional para tomar otras cosas, que no es verdad o en todo caso ha sido algo anecdótico, ¡ahora algunas personas empiezan a creerse que de verdad debe ser así!

Para terminar, no siempre una sola estrategia basta para ayudar al paciente: asociamos antibióticos y antiinflamatorios en una infección, corticoides con broncodilatadores en la bronquitis crónica (EPOC), insulina con hipoglucemiantes pero también dieta y ejercicio en una diabetes, o antiinflamatorios junto con pilates, calor y fisioterapia en un dolor cervical después de un latigazo cervical. De la misma manera, un paciente puede precisar homeopatía pero necesitar también suplementación nutricional, drenaje con fitoterapia, alguna clase de dieta, osteopatía, acupuntura, etc. A veces el médico homeópata puede proporcionar varias de estas herramientas, pero lo normal es que igual que los diferentes especialistas convencionales se coordinan (o eso es lo deseable) para juntos procurar el máximo interés del paciente, también lo hacen los homeópatas con otros especialistas tanto convencionales como no convencionales.

No me alargaré más porque es el profesional quien debe estar atento a estas y otras cuestiones que pueden determinar el éxito o el fracaso terapéutico, y que deben orientarnos a la hora de modificar el tratamiento y/o complementarlo.

Pero sí es bueno recordar a nuestros lectores que los médicos homeópatas, como los demás, a veces necesitamos varias oportunidades hasta llegar a la decisión terapéutica más acertada, y os pedimos que nos deis esa oportunidad. Pero si no lo hacéis, por favor no saquéis de ello una conclusión global sobre la homeopatía y si funciona, sino sobre vuestra experiencia con un medicamento o un profesional en concreto, para un problema de salud concreto. Exactamente igual que haríais al ir al médico de cabecera o al dermatólogo.

El “todo o nada” y el “siempre o nunca” es pseudociencia. No hay razones para que la homeopatía no funcione, lo científico es decir que hay razones por las que un determinado tratamiento puede no haber resultado efectivo en un paciente concreto con un problema de salud concreto y en unas circunstancias determinadas. Así, podremos corregir y hacerlo mejor.

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